Conclusiones día internacional del trabajador 2012

Celebramos el 1 de mayo contigo, y queremos que nos cuentes ¿Qué significa para ti no tener empleo? ¿Qué sientes, estando privado de un derecho como es el trabajo? ¿Qué le dirías a la gente que sufre – como tú – esta situación? Si tienes un trabajo que no consideras digno, ¿cómo lo vives?
“Todos tenemos derecho a tener un empleo digno”, así comienza una de las personas. Ese derecho, violado en sus raíces más profundas en el momento que nos toca vivir tiene significados muy claro para la mayoría de las personas que han pasado por nuestro Centro y nos lo han querido contar: significa desmotivación, tristeza, aburrimiento; no tener vida estable, deterioro del ambiente familiar, impotencia, ser un cero a la izquierda, sufrir mucho, “significa sentirnos inútiles, vacíos”, “significa tener poca posibilidad de sobrevivir” Como una de las personas participantes en la actividad dice: “No es justo”.

Hay quien también hace su análisis sociopolítico de la situación y lo expresa: “hay personas que piensan que están en posesión de la verdad, pero no es así, perjudican al país”, “todo es culpa del sistema capitalista, siempre sufren los más débiles, los humildes”, “el único sistema capaz de hacer feliz al ser humano es el sistema socialista”.
Las personas se sienten vacías, sin posibilidades de demostrar sus cualidades, desesperanzadas, privadas de hacer cualquier cosa, excluidas. Frustración, impotencia –“siento las puertas cerradas, impotencia, desilusión”-, tristeza profunda, sentimiento de inutilidad, “como jubilado”, de no querer vivir. Depresión, decaimiento, “no me siento vivo sin trabajo” dijo alguien. “Me siento una mierda, sin trabajo”, “me siento mal sin trabajo, necesito ayuda”, “no tengo más palabras para describir lo mal que me siento, es como tener cáncer o SIDA”

Y –además- sentirse rechazado por la sociedad, sentirse fuera del círculo, no aceptado por el entorno como si fueras “culpable” de algo; sentir cómo se va perdiendo calidad de vida y cómo se van deteriorando las relaciones familiares, enfermar cada día que pasa. Cada vez más aislado, “es no tener vida social”, “sin perspectiva de una vida digna”
Y no es sólo el sentimiento por la propia situación, también por la situación social “es muy frustrante ver a tanta gente sin trabajo”, de familiares y –muy especialmente- la de los hijos: “verme en la calle, pidiendo y con un hijo”, “me siento impotente e inútil; soy madre soltera es muy duro no poder ofrecerle a tu hijo lo que necesita”, “no tener empleo es sentirse impotente y no tener nada fijo para darle un futuro a mi hijo”, “decepción, depresión, indignación, no tener ni para lo necesario con dos hijos”.

Pocos de los que pasan por nuestro Centro tienen trabajo, ni siquiera de esos que no consideramos dignos; en todo caso, al respecto se dicen cosas muy interesantes: “un trabajo no digno es un engaño”, “no se trabaja a gusto”, “si el empleo no es digno, hay abuso constante”. Hay quien dice que “una vida sin trabajo digno no es vida, es ruina”.
Pero si se trata de colocarse en el lugar del otro, de la otra, y poder decirle una palabra, casi siempre es de ánimo: ”que tengan paciencia, que no desesperen, que llegará la recompensa”, “sabemos que estamos en crisis pero no es el fin, es el principio de la esperanza de un nuevo trabajo”, “de esta crisis hay que salir con una mente en positivo”, “no podemos estar bajos de moral, sino luchar”, “se abre la posibilidad de encontrar un trabajo”, “que la esperanza no se acabe”, “adelante, que hay que seguir luchando, que la vida es bella”, “la constancia tiene sus frutos”, “las cosas cambiarán pero hay que luchar, todavía”, “siempre hay salida, ánimo”, “aprovecha que tienes amigos a tu alrededor”, “no nos crucemos de brazos, hay que luchar”, “luchemos todos juntos por lo nuestro”, “sed fuertes, positivos, no se rindan”. Son mayoría las apelaciones a la esperanza, al trabajo en común para reivindicar –“salgamos a protestar a la calle”-, a la fuerza personal, al empoderamiento de los desempleados para forzar un cambio de tendencia, que influya no solo en lo personal, también en lo comunitario –“necesitamos buscar más alternativas de trabajo es el momento de la acción”-; y un convencimiento constante “de esta situación, saldremos”.

Todo esto sin olvidar el gran número de aportaciones que se relacionan con la fe – no ya en un mundo mejor – sino en Dios, en el dios de cada una de las personas que han participado, en el mundo de las creencias que ayuda a canalizar gran parte del ansia de mejora: “pongamos fe en Dios, todo va a ir mejor”, “Dios primero, todas las cosas serán añadidas”, “le pido a Dios fuerzas para seguir adelante”, “Dios mío, dame fuerzas para seguir día a día buscando trabajo”, “sé que tú me vas a ayudar, en ti confío”, “solo la fe, la esperanza de que unos de estos días conseguiré trabajo, Dios es grande”, “él dice en su palabra ¡clama a mi y yo te responderé!”, “Él es el único que puede ayudarte en un momento difícil”.
Pero esa llamada a “lo transcendente” no quita que se hagan llamadas claras y rotundas a lo más concreto y “terrenal”: “¿paciencia? ¿resignación? No, eso es lo que nos quieren hacer pensar, ¿quién nos puede ayudar a encontrar trabajo?”.

Para terminar, alguien transformó la palabra “empleo” en un acrónimo, el siguiente “E.M.P.L.E.O. Esperanza, Movimiento, Posibilidad, Libertad, Elección, Oportunidad”, que así sea.