Nuestra Cáritas está compuesta por personas que tienen una historia de vida que contar. Hilos que conectan vivencias y experiencias de participantes, trabajadores y voluntarios que nos cuentan sobre sus sueños y anhelos, en su búsqueda de un crecimiento personal y una sociedad más justa y solidaria. Historias como la de Mari Ángeles.
Este 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, es un buen momento para recordar que España está en un proceso de sobre envejecimiento. Castilla y León es la segunda comunidad autónoma con mayor envejecimiento territorial, superando el 20% de la población total. Y si ahondamos un poco más, veremos que en todo el país, las mujeres son mayoritarias en la vejez[1].
Ante estos números -reflejados en la sociedad día a día-, Cáritas diocesana de Salamanca dispone del programa “Envejecemos en común”: un espacio desarrollado en siete parroquias de la ciudad, donde las personas mayores pueden compartir con sus pares, realizando actividades que buscan mejorar su calidad de vida, y hacerlos sentir valiosos para sus comunidades.
Nos trasladamos hasta una de las parroquias participantes – San Miguel Arcángel, en Villamayor – donde nos recibe Mari Ángeles Erburu, voluntaria y monitora del espacio. 8 años atrás, poco tiempo después de una pérdida familiar importante, Caritas llegó a su vida para llenarla de compañía, alegría y paz.
Tal como señala Mari Ángeles, «la soledad de las personas mayores en España es una realidad cruda y dolorosa. Es por eso que este espacio se vuelve esencial en las vidas de sus participantes«. Además, destaca lo importante que es para ellas reunirse y compartir. “(las participantes) disfrutan con todo lo que hacemos; da igual si es gimnasia, pintura, charlas de medicina, etc. Es el interés que ponen por todo; como si vinieran aquí y volvieran a nacer.
La voluntaria sonríe cuando recuerda: «Hay días que hace un frío horroroso, o llueve, o hay nieve, pero se nos presentan todas. He notado que, aunque tienen familias presentes, necesitan tener ese ratito todas juntas. Ese momento es especial, para ellas y para nosotras”, señala con cierta emoción.
Aunque hoy la describe como una experiencia buenísima, en un principio Mari Ángeles dudaba de sus capacidades para aportar a la institución. “Entré a Cáritas con mucho miedo, porque no sabía cómo iba a responder yo”, relata con sinceridad. Rápidamente, esa sensación dubitativa se convirtió en un sentimiento de tranquilidad. “La trayectoria ha sido muy bonita, porque miro a estas personas mayores, y veo que me han aportado tanta alegría, y sobre todo el saber”, nos cuenta recordando algunos momentos con las participantes.
Durante toda la conversación, Mari Ángeles se muestra agradecida y deja un mensaje para las personas mayores que aún estén dudando en sí sumarse a estos espacios: “Les diría que vinieran. Van a encontrar cariño, se van a divertir porque nos reímos muchísimo, pero muy bien, porque no hay maldad. Son como los niños, cuando te pones a jugar con ellas, a contar historias o a cantar. A veces dicen ‘esa no es la estrofa’, pero enseguida ya se vuelven a unir, y eso es lo más bonito que hay. Que cuando salen, salen todas riendo”, concluye con una mirada de satisfacción por su trabajo.
Rafaella Zuleta, voluntaria de Cáritas Salamanca

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