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Memorias de vida: Solidaridad y justicia social. Estar del lado correcto de la historia

12 noviembre, 2025

Nuestra Cáritas está compuesta por personas que tienen una historia de vida que contar; hilos que conectan vivencias y experiencias de participantes, trabajadores/as y voluntarios/as que nos cuentan sobre sus sueños y anhelos, en su búsqueda de un crecimiento personal y una sociedad más justa y solidaria. Historias como la de Toya. 

Día a día vemos y vivimos preocupantes escenarios a nivel político-social en el mundo. El odio, el egoísmo y la discriminación se han vuelto situaciones habituales, por lo que encontrar gente que pone la solidaridad como motor de vida se vuelve más difícil. Nuestra entrevistada de hoy es como una luz en un túnel tremendamente oscuro. Su sólido discurso sobre justicia social concuerda con su historia, impregnada de compromiso humano y consecuencia.

Victoria comenzó su relación  con Cáritas hace más de 20 años, como voluntaria en el Centro de Día, tratamiento y prevención de Drogodependencias, apoyando con su experiencia como enfermera. Por temas personales tuvo que retirarse, pero sin alejarse de esa necesidad de ayudar a los más vulnerables. Poco a poco, recondujo su camino hacia el voluntariado enfocado en la ayuda a refugiados y personas vulnerables en lugares con grandes necesidades. De la mano de una amiga misionera en Zambia, Victoria comenzó a trenzar una estrecha relación con ese país, viajando cada dos años para ofrecer apoyo en colegios y hospitales. En el año 2014 dio un paso más allá, creando y presidiendo “Zambia en el corazón”; una asociación sin ánimo de lucro que tiene como objetivo recaudar fondos para ayudar a niños y niñas en África.

Hoy, desde la distancia y a través de su organización, Victoria trabaja en un centro de autismo- impulsado por su amiga- ubicado en Kitwe, enfocado en la educación y la salud de la infancia. Actualmente, el centro cuenta con cuatro aulas, y participan 28 niños y niñas, junto a sus familias. “Ahora cada vez hay más niños, porque se están informando los padres y hay menos miedo al estigma; es por eso que queremos ampliar las instalaciones”, nos cuenta con determinación.

A pesar de esta tremenda historia de acción solidaria, Victoria lo relata con total naturalidad. Y es que para ella, preocuparse por las necesidades del resto e involucrarse, es algo que considera obvio en el actuar del ser humano. Hablar con Toya- como la llaman sus cercanos- es encontrarse con un discurso sólido por la justicia social y el feminismo, crítico ante el desinterés y la indiferencia, viviendo cegados del sufrimiento ajeno. “Hoy me veo con los valores de mi vida más claros. Más segura de lo que creo y por lo que lucho. Con el paso de los años te vas dando cuenta de lo que quieres y lo que no. Yo quiero estar con la gente vulnerable, con quienes lo necesitan, porque creo en la justicia social. Y cuando pasen los años, voy a saber que estuve del lado correcto de la historia”, concluye firme en sus ideales.

Educar y construir en comunidad

Reconociéndose abiertamente feminista y poniendo a la salud mental como prioridad, en su regreso a Cáritas tras la pandemia, Victoria encontró su lugar perfecto dentro de la organización: “La Tribu”, un espacio compuesto por mujeres participantes del Centro de Salud mental Ranquines. “Cuando me lo ofrecieron pensé ‘¡Eso es ideal para mí!’. Entonces me encargué de ese espacio, y todo se une ahí. La acogida ha sido increíble, con ellas me siento fenomenal, con confianza. Hablamos de nuestros derechos como mujeres, mujeres referentes en la historia, vemos fotos, leemos poesías y textos suyos sobre los temas a tratar de cada semana”, relata entusiasta.

“Este noviembre estamos viendo la prevención de la violencia de género por el 25N (Día mundial para la Eliminación de la violencia contra la mujer). Ir viendo otras formas de resolver conflictos sin violencia es algo importante. Además, intentar romper el heteropatriarcado que tenemos tan interiorizado es fundamental.  Ahora, por ejemplo, se entienden como compañeras, como co-aliadas. Han descubierto y comprendido la palabra sororidad y les encanta; entienden que no son enemigas, que con la historia de cada una de ellas crecen y se reconstruyen. Ver esos procesos me llena como mujer y persona…¡es que yo soy feliz allí los miércoles!”, concluye sonriente y emocionada por poder liderar este espacio.

Toya reconoce en su paso por Ranquines un gran aporte para poner los pies en la tierra y entender lo importante de la vida. “He aprendido a relativizar las cosas. Por ejemplo, en el trabajo te preocupas de cosas muy tontas, y vas a Ranquines y te hacen ver lo importante, te quitan los estigmas y te hacen ver que son personas completas, igual que todos”.

En estos más de 20 años como voluntaria, Toya mantiene viva la llama de ayudar al prójimo y destaca la importancia de entregar tiempo de calidad sin pedir algo a cambio. “Creo que hay mucha gente que no se atreve a dar el paso, porque cree que debe estar especializada en algo. Yo creo que basta con que tengas corazón y quieras estar; que sólo hay que querer estar con la gente.  Todos podemos ser voluntarios o voluntarias. Me gustaría que lo probase todo el mundo; por qué es tan necesario hacer algo totalmente altruista”, concluye con seguridad y confianza puesta en la sociedad.

Rafaella Zuleta, voluntaria de Cáritas Salamanca

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